En esta entrada comparto un tema que mantengo cerca al corazón. Su importancia anida entre los asuntos que ocupan lo más profundo de mis reflexiones. Este tema es educación de calidad. Específicamente, una educación de calidad que permita encausar energías y apostar al trabajo conjunto. Constituye esta la penúltima entrada (ver primera aquí, segunda aquí y tercera aquí) inspirada en la racionalidad económica y tecnológica que puedo encontrar en algunos de los pensamientos de líderes mundiales. Abajo, cito un par de estos pensamientos y comparto algunas reflexiones.
Presidente Mauricio Macri sobre la falta de progreso en países de ingresos bajos y medios: “Transformemos esa bronca, ese dolor en una energía que nos ayude a crecer y a [probar] que, de verdad, tenemos para demostrar que somos como cualquiera del mundo… este es un pueblo talentoso… [sic]”
“El tema es que nosotros mismos tenemos que creer y dejar de apostar al atajo. Dejar de apostar a la viveza criolla mal entendida que ha sido suma cero. Son décadas de suma cero, porque en vez de apostar a un modelo en conjunto, es; yo te saco a vos, vos bajas y yo subo. No, subamos todos juntos. Este es el desafío.”
Muy de acuerdo. Sería positivo aplicar las palabras de Macri en nuestras interacciones diarias. Adicionalmente, una opción para encausar energías y apostar por el trabajo conjunto es un sistema educativo que incentive y provea oportunidades iguales a los ciudadanos que busquen alcanzar su máximo potencial. Desafortunadamente, esta es una de las áreas donde quizás existe mayor margen para la mejora. Sistemas donde prevalecen privilegios, conexiones u otras injusticias desincentivan el esfuerzo y trabajo conjunto. En Bolivia, uno de los episodios de la gestión del Presidente Morales que recuerdo con agrado fue cuando en el trópico de Cochabamba animó a campesinos, indígenas y obreros a que aprendan inglés u otro idioma extranjero (mencionó que de aquellos que clasifican a una beca para estudios solo el 1 o 2 por ciento son “hijos del movimiento campesino obrero y la mayor parte son de las ciudades”). Meses después firmó un decreto otorgando 100 becas de posgrado a bolivianos con excelencia académica para estudiar en las mejores universidades del mundo (se mencionaba explícitamente Stanford, Harvard, MIT, Yale y Princeton, entre otras). Como es, lamentablemente, tan usual, la implementación deficiente empañó una idea que en principio es correcta. En ese espíritu, Gonzalo Chavez reflexionó sobre la falta de congruencia entre la implementación de esta iniciativa y los requerimientos para aplicar, ser aceptado y estudiar en los mejores centros educativos del mundo. De las 100 becas ofrecidas en el decreto proclamado el 2014, justo antes de las elecciones, 55 habían sido otorgadas y de esas, solo 10 lograron admisión por universidades de prestigio (la información viene de notas de prensa de columnistas y del viceministro de Educación Superior ya que no parecen existir datos oficiales públicos). En las palabras del Presidente Evo Morales:
“¿Qué está pasando? (…) Las famosas universidades, que los que clasifican acá [sic], los mejores alumnos no tienen capacidad para hacer maestrías y doctorados en esas mejores universidades. Ése es el resultado que tenemos. Soy sincero y directo. No importa que me silben, es una verdad que estamos viviendo”.
“…no están saliendo profesionales con mucha formación” de universidades en Bolivia.
“Algunos docentes van unas horitas, dan tareas, se vuelven, no hacen seguimiento.”
Con seguridad, existe mucho que se puede comentar respecto a educación y espero tocar este tema nuevamente en futuras entradas (liderar con el ejemplo, políticas educativas basadas en evidencia científica, etc.). Respecto al tema que hoy comento en específico, existen otros asuntos de fondo que son importantes y van más allá de la ineficiente implementación. Por ejemplo, además de cuestionar la calidad de la educación escolar y universitaria en Bolivia, me pregunto; ¿cuántos estudiantes sobresalientes y de ingresos bajos están familiarizados con exámenes como el TOEFL, GRE, GMAT, etc. o con las claves de un buen ensayo de aplicación, cartas de recomendación, la importancia de actividades extracurriculares, etc. que son algunos de los requisitos indispensables para ingresar a las mejores universidades del mundo? Adicionalmente a la determinación personal, buenos estudiantes se beneficiarían de mentores o sistemas que les ayuden a cumplir con todos estos requerimientos de la mejor manera posible. Ahondando en este ejemplo, no se requiere solamente esfuerzo para dominar un idioma extranjero y obtener buenas marcas en las certificaciones sino que también, innegablemente, es preciso contar con recursos financieros. Las marcas mínimas en certificaciones del idioma inglés, como el TOEFL iBT, establecen generalmente la obtención de 80 puntos pero otras universidades, como Oxford, demandan que uno obtenga 110 puntos ya que ese es el mínimo puntaje para poder aplicar a esa universidad. Estas certificaciones tienen costos elevados. Solo un examen, el TOEFL iBT, puede costar alrededor de USD180 en Bolivia. Similar es el costo del GRE. En países de ingresos altos he podido evidenciar que los estudiantes con deseos de ingresar a una buena universidad toman cada examen dos o tres veces hasta alcanzar una nota adecuada. De igual manera, los otros requerimientos demandan pericia; se necesita de técnicas y entrenamiento para escribir buenos ensayos de aplicación; las cartas de recomendación deben provenir preferentemente de profesores que son sobresalientes en su área y mejor si tienen intercambio profesional con los profesores de las universidades prestigiosas donde se aplica; además, habiendo preparado todos los requisitos, cada aplicación que se hace a una universidad puede costar USD100 en promedio; adicionalmente, se requiere tener estrategias como aplicar a distintos niveles de universidades (3 en lo más alto, 5 al medio y 2 para asegurar, por ejemplo); y así entre varias otras medidas que pueden tomarse para ser aceptado y estudiar en las mejores universidades del mundo.
Ahora bien, adicionalmente a una buena preparación y cierta serendipia, se debe también competir en un sistema meritocratico que no es perfecto. Los anteriores datos y los que presento a continuación son importantes de conocer pero, en mi opinión, no deberían representar una excusa para evitar el esfuerzo personal y competir. El Prof. Thomas Piketty en su libro Capital en el Siglo XXI toca, aunque tangencialmente, de manera esencial el tema de la desigualdad en el acceso a la educación superior. Él provee datos de investigación científica mostrando que “la proporción de títulos académicos obtenidos por niños/as cuyos padres pertenecen a los dos cuartiles más bajos de la distribución del ingreso se estancó en 10-20 por ciento entre 1970-2010 mientras que se incrementó de 40 a 80 por ciento para aquellos con padres en el cuartil superior.” En otras palabras, el salario de los padres se convierte en pronosticador del ingreso a la universidad. El Prof. Piketty también menciona otro estudio resaltando que las donaciones de graduados a sus antiguas universidades están extrañamente concentradas en el periodo en el que sus hijos tienen la edad universitaria. Finalmente, utilizando distintas fuentes de datos, se estima que el ingreso anual promedio de los padres de estudiantes de Harvard es actualmente USD450,000 (cuatrocientos cincuenta mil dólares americanos), cifra que corresponde al ingreso promedio del 2 por ciento más rico en la escala de ingreso de Estados Unidos de América. Que nadie se equivoque por favor; el Prof. Piketty resalta que la desigualdad en el acceso a educación superior de calidad es lamentablemente prevalente en varios países del mundo e indica también que una educación superior completamente gratuita tampoco resuelve todos los problemas (ya que no proveen la independencia, prosperidad y energía que hacen de las universidades americanas la envidia del mundo). A momento de resaltar sistemas mixtos, transparencia y análisis cuidadoso de los datos en sistemas meritocraticos, el Prof. Piketty concluye que la igualdad de oportunidad en educación será un tema importante de análisis en nuestro siglo ya que no existe aún un sistema perfecto. El reto de realizar estudios de posgrado en las mejores universidades del mundo es grande pero ciertamente posible de lograr.
Presidente Mauricio Macri sobre algunas iniciativas para mejorar la educación y la necesidad de evaluación: “[Se requiere] no solo de las grandes infraestructuras sino también se requiere de jardines de infantes… 638,000 chicos que hoy no tienen sala de tres o sala de cuatro, sala de cinco. Tenemos que arrancar ahí porque si no estamos con el estado y con la educación, ya perdimos la batalla.”
“El chico que abandona el colegio es una batalla perdida, es muy difícil de volverlo a incluir en el sistema.”
“Estamos firmando esto. De que la escuela este presente desde los tres años, que tratemos de extender la doble escolaridad que la tienen menos del 10 por ciento de los alumnos, que tratemos de renovar los contenidos, que se vea tecnología, las plataformas digitales hacia las escuelas…”
“Y se acordó algo que es más importante todavía… que es EVALUAR. Evaluar qué es lo que nos pasa. Reconocer, no ocultar…”
Consecuentemente, otra de las áreas donde sería saludable mejorar es el impulso y reconocimiento a los esfuerzos por cumplir con estándares internacionales en lugar de minimizar su valor (está bien si se tienen objetivos e ideologías locales, no necesitan ser excluyentes). Dominar un idioma extranjero es prácticamente indiscutible. Es también un hecho que en la actualidad la gran mayoría de los avances en la frontera del conocimiento se debaten en inglés. Universidades asiáticas (en países donde el inglés no es la lengua oficial) se encuentran junto a estadounidenses y europeas entre las 100 mejores del ranking mundial publicado por Times Higher Education, no existe una sola universidad de países hispanohablantes. ¿Se quiere mirar solo a la región?, resulta que otro ranking indica, lamentablemente, que ninguna universidad boliviana esta entre las mejores de Latinoamérica (UMSA se sitúa como la mejor de Bolivia en el puesto 108, UCB en el puesto 171 y UMSS en el 181). Mucho se puede criticar a estas comparaciones y sus metodologías pero seguramente indican que algo no está bien en nuestras universidades, en especial cuando la evidencia sugiere que, en las palabras del presidente, varios de sus “alumnos no tienen capacidad para hacer maestrías y doctorados” en las mejores universidades del mundo. Si los parámetros de diversas evaluaciones no son de nuestro agrado; ¿cuáles son entonces nuestros propios parámetros?; ¿cuentan con metodologías que se han discutido a nivel internacional y están claramente establecidas?; ¿los resultados son públicos y comparables?; y ¿por qué otras universidades dentro nuestra misma región logran mejores resultados? Lo mismo a nivel escolar, preguntémonos porque Bolivia no participa del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA, por sus siglas en ingles). Mientras Chile, Uruguay, Brasil, Argentina, Colombia o Perú participan en Sudamérica, la justificación de la no participación de Bolivia por parte de autoridades gubernamentales es, con todo respeto, un tanto arrogante e insatisfactoria.
Es innegable que existen profesionales de primer nivel que habiendo experimentado con éxito los más altos estándares académicos trabajan actualmente en Bolivia. Tengo algunos en mente, les admiro y no dudo de su gran labor al compartir conocimientos y experiencia con las nuevas generaciones. Al mismo tiempo, cabe cuestionarse si son la mayoría. Cabe cuestionarse cuantos de nuestros académicos se han expuesto, experimentado y aprobado los procesos de admisión, estudio y titulación en los mejores centros educativos del mundo. Varios han obtenido grados académicos en el extranjero pero ¿a cuántos de ellos sus becas les exigían pasar los exámenes y procesos de admisión como cualquier otro ciudadano del país donde tuvieron la fortuna de estudiar? Habiendo tenido la bendición de aprobar estos procesos tanto en Japón como en Estados Unidos, puedo compartir que los altos estándares de exigencia me han enseñado, entre otras cosas, humildad. Se necesita mucha fortaleza para enfrentar varias adversidades. Al final, la batalla es con uno mismo. Si logras mantenerte en el camino, la exposición a mayores exigencias, a estudiantes iguales o más sobresalientes que tú, a ideas que divergen profundamente con las tuyas, etc. te ayudarán a ser mejor. A través de la historia, países que se han encaminado en procesos serios de desarrollo han enviado miles de estudiantes a experimentar y recopilar el conocimiento del mundo. En 1868, la Carta de Juramento del Emperador durante el periodo Meiji en Japón consistía de 5 cláusulas sencillas. La quinta simplemente establecía que “se buscara el conocimiento a través del mundo para fortalecer la fundación” del país y alcanzar a los países líderes del mundo. El 2015, 304,040 (trescientos cuatro mil cuarenta) estudiantes de China se matricularon en universidades de Estados Unidos de América (constituyendo el 31.2 por ciento de todos los estudiantes extranjeros en el país norteamericano). Esto lo comprenden varios académicos y, en mi opinión, puede ser más beneficioso para la sociedad en su conjunto el compartir toda esta información, el animar y el apoyar a nuestros estudiantes a competir inteligentemente en lugar de refutar aquello que diverge de nuestras ideologías o encerrarse exclusivamente en parámetros propios.
Finalmente, va en detrimento del país en su conjunto el hecho de que la mayoría en Bolivia tenga solo un conocimiento limitado (o inexistente) de lo que se requiere para competir al mismo nivel que un ciudadano en un país con ingresos altos. Si el talento está distribuido aleatoriamente en toda la población pero solo un sector reducido tiene acceso al privilegio de dominar un idioma extranjero o conocer los detalles de cómo poder aplicar a las mejores universidades del mundo, el país disminuye la probabilidad de descubrir y otorgar becas a bolivianos con potencial de hacer contribuciones extraordinarias. El conocimiento que un grupo reducido discute incluso durante una comida casual en casa debe diseminarse intensamente, en particular entre aquellos estudiantes sobresalientes de ingresos medios y bajos. Quizás así la opinión pública demande un mejor sistema educativo y demande mejores estructuras institucionales que apoyen los sueños de sus hijas e hijos. Quizás de esa forma, siempre y cuando exista un sistema meritocratico, tengamos muchos más profesionales que habiendo experimentado honestamente el estudio en los mejores centros educativos del mundo retornen al país y se conviertan en sana competencia para sus pares en Bolivia. Quizás el hecho de tener mayor competencia en Bolivia, ayudará a que muchos de ellos se esfuercen más y eviten posiciones sarcásticas o arrogantes, típicas de entornos donde hay poca competencia y donde solo unos cuantos están muy por encima del nivel académico y/o cultural general.
En adición a exigir más de nuestras elites (económicas, académicas, etc.) es necesario elevar el nivel de educación de la población en general. La suma de varias experiencias, me llevan a sugerir en este momento que una nación no solo necesita de uno, dos o unos cuantos “iluminados” (bien si los hay, son necesarios y mejor si están al nivel de elites similares en otros países). Lo importante es contar con cientos, miles, millones de ciudadanos bien educados. Cientos, miles, millones de ciudadanos con opiniones formadas y por ello capaces de contribuir en el sistema democrático a la mejora del país. En el siglo XVIII, Benjamin Franklin observó con agrado que su contribución, entre muchas otras, a la creación de bibliotecas públicas en Pennsylvania lograba que su gente fuera “mejor instruida y más inteligente que la gente de rangos similares en otros países”. Claro ingenio norteamericano aplicado a la mejora de la sociedad en su conjunto. Un sistema educativo de calidad y con igualdad de oportunidades puede incentivar el esfuerzo individual y la mejora colectiva.